Chile de siempre...(por Cesar Hildebrandt)

Mientras el doctor García era sorprendido con las manos en la Masa (pobre Vallejo, qué mal que lo citó) y lucía su oratoria old fashion en su condición de anfitrión al que había que aguantarle todo, la señora Bachelet, de satén rojo y chaleco de circo, muy parecida a la oratoria de su zalamero socio estratégico, tramaba su próximo movimiento:
–¿Así que hablas de los siete mil años de papa peruana, mihijito? ¡Toma tu papa!

Y ayer, en efecto, Chile patentó 60 nuevas variedades de papa. Todas ellas, según la ministra de agricultura chilena Marigen Hornkohl, procede­rían de la isla de Chiloé, al sur de Chile, y fueron inscritas en el registro del Servicio Agrícola y Ganadero “para proteger futuras normas de origen”.

El nuevo zarpazo sureño sobre el origen de la papa se suma a la inscripción, en ese mismo registro oficial, de ­otras 280 variedades de papa de Chiloé, una iniciativa que en el año 2006 tuvo el agrónomo chileno Andrés Contreras, de la Universidad Austral de Chile. Y ayer, para escarbar en la herida, la ministra Hornkohl ha añadido:

“Pocos saben que el 99 por ciento de las papas del mundo tienen algún tipo de vínculo genético con las papas originarias de Chile, lo que da cuenta de la importancia de este alimento tan propio de nuestra dieta”.

¿Vio, doctor García?

Usted habla y habla y habla y extenúa con sus miriñaques oratorios un poco pasados de moda y, mientras tanto, la señora Bachelet, que lo admira desde esa huachafería que le viene de la Arequipa mojigata que lleva en la mitad de su sangre, hace uso de sus antepasados y actúa. Y nos da en el centro de la papa, en el ojo del tubérculo, en la raíz andina del orgullo.

¿Siete mil años de papa peruana, mihijito? ¡Cómete este copy right agrario!

Usted, doctor García, hacía bohemia parisina cuando debió estar leyendo historia del Perú. Y no me refiero a la de Basadre, que por algo fue el bibliotecario de Manuel ­Prado. Me refiero a la historia de verdad, la que contaron los protagonistas y la que se puede verificar con testimonios cruzados y documentos a la vista.

Y toda esa historia, doctor García, exuda odio de vasco pobretón encerrado entre la cordillera y el mar, envidia de Arauco domado desde el virreinato limeño, codicia de cueca vieja y rivalidad de Capitanía venida a menos. El problema, doctor García, es que ese antiguo sarro fronterizo hubiese podido derivar en sana competencia –como usted quiere, como les pasó a franceses y alemanes– si los chilenos hubieran tomado esa opción. Pero los chilenos ya han tomado la vieja opción que tantos buenos resultados les ha dado: armarse hasta los dientes, mutilar de facto la frontera marítima, ver qué pueden sacar de la borrasca boliviana, comprar basura peruana para “hacer su prensa” favorable al suministro de gas para su norte insaciable y siempre vivo, armar y atizar al Ecuador, invadir al Perú con sus inversiones respaldadas desde aire, mar y tierra (general Izurieta dixit).

Porque Chile es un enfermo crónico respecto del Perú y nos pagará con el puñal artero del mismo modo que la mamba negra escupe y la cascabel sonajea en la arena, es decir acatando mandatos que están más allá de la sofisticación de sus mejores ejemplares, de sus escritores formidables y de sus poetas universales. Mandatos de andrajoso que come mendrugos, que es como Chile siempre teme verse a pesar de su actual abundancia. Mandatos heredados del pobre diablo que sólo por resentimiento rompió estatuas de mármol de Carrara en la Lima invadida.

Para no hablar del pisco clonado, las batallas sanguinarias de Andrónico Luksic, el cebiche raptado, la inversión financiera peruana hostilizada en Chile. Y para no recordar el salitre, el guano de islas, la Confederación Peruano-Boliviana, el odio inmortal e ileso que Chile ha sentido por el Perú. Si el nacionalismo uniformado de Chile pudiese influir en un ­imaginario rebobinado de la geología andina, suplicaría por la abolición de estas tierras feraces y desatendidas. O por su pertenencia a Chile, “que sí las merece y sí las hubiera aprovechado”.

Y usted, doctor García, hace de buenote y Torombolo (sin serlo) cada vez que puede. Para eso se ha conseguido a ese canciller al que sólo le falta Scooby Doo para estar completo y morirse de miedo a dúo. Y no sé si para eso es que usted conserva a esa vergüenza de ministra de Transportes que parece empleada de Lan Chile. Y a ese chileno de adopción que es el señor Rafael Rey, que supongo que si alguna vez tuvo sueños eróticos los tuvo con Lucía Hiriart de Pinochet.

Ándese con cuidado con Chile, doctor García. Siempre paga mal. Y, además, por ser tan concesivo, mañana podría usted ser juzgado. Y no me refiero al juicio de la historia precisamente. Deje usted de hacerle caso a Hugo Otero. Deje de oír los susurros subordinados de la Caverna. Cuando Pinochet decía –a lo bestia– que había países-macho y países-hembra estaba pensando en Dionisio Romero y la Caverna.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Desgraciadamente el señor Hildebrandt está, ya hace buen tiempo, tan envenenado de odio contra todo y contra todos, que la verdad me genera mucha antipatía y pienso que tendrían que medicarlo.
Estoy a favor de defender lo nuestro siempre de una manera civilizada.
Saludos,
Katia

Anónimo dijo...

Este artículo me pareció bastante fuerte e informal, pero si lo escribes debe ser cierto.

Ya veo que los chilenos quieren quitarnos la "marca controlada de todo" . . . primero fue el pisco y ahora la papa????

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