En cuanto a los animales, el sello ecológico radica en la prohibición del uso de hormonas o antibióticos como alimentación, así como el empleo de estimulantes o tratamientos profilácticos. No es que los animales sean ecológicos sino que su alimentación sí lo ha sido y, en consecuencia, no sólo lo son ellos, sino también, en última instancia, nosotros mismos como consumidores finales.
El resultado es que todos estos productos ofrecen una importante seguridad alimentaria, un menor impacto ambiental y una mejorada calidad biológica y nutricional.
Cada día son más numerosas las personas preocupadas por su salud, por adelgazar y llevar una dieta saludable. Pero, ¿acaso no es primordial saber la procedencia de los alimentos que ingerimos para cuidarnos?
El futuro de las generaciones venideras debería pasar por un respeto hacia el medio ambiente y hacia los pueblos en desarrollo. El primer paso es la agricultura y ganadería sostenible y ecológica, que es respetuosa con la naturaleza y, por supuesto, con nuestra salud.
Esta idea ya está saliendo de los pequeños círculos de ecologistas y llegando al consumidor convencional porque lo más reseñable y significativo de la alimentación ecológica es su naturalidad.
¿Qué son por tanto los alimentos ecológicos? Son los mismos alimentos que habitualmente consumimos, pero con más propiedades nutricionales y mejor sabor. Es el regreso necesario al pasado, a los productos naturales libres de sustancias químicas.
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